A estas alturas de la historia ninguna persona medianamente informada duda ya de que la llamada ‘Guerra de Afganistán’ es un episodio más de la ya larga batalla que libran los países occidentales, con EE.UU. a la cabeza, por dominar el Oriente Medio, tanto en términos geopolíticos como a causa de sus recursos naturales, especialmente los energéticos.
En esa macro-operación diseñada por las multinacionales norteamericanas y ejecutada por los gobiernos de Estados Unidos a su servicio, se enmarca tanto el conflicto de Afganistán como las dos invasiones de Iraq de 1991 y 2003, además de servir de telón de fondo para entender las tensiones forzadas con Irán o la interminable agresión israelí sobre el pueblo palestino. La carrera por la hegemonía estratégica y el control de los recursos (gas y petróleo, principalmente), en Oriente Próximo y Medio convierten todas estas batallas en episodios de una larga guerra de corte netamente imperialista en la que participan los gobiernos europeos, sumisos y cómplices de la estrategia imperial norteamericana. Colonialismo y poder político unidos, dos de los ingredientes del imperialismo tradicional.
Justificar estas ocupaciones militares como ‘lucha contra el terrorismo’ (como si los pueblos en su totalidad fueran terroristas), ‘misiones de paz’ ‘operaciones de reconstrucción’, ‘implantación de la democracia’…etc., son eufemismos propagandísticos que a casi nadie convencen.
La mayoría de la opinión pública en el Estado español sigue oponiéndose a la actual presencia militar española en Afganistán. Sólo el 3% de la población (y sólo el 1% de las mujeres) apoya la política del gobierno para enviar más tropas. Un 41% defiende la retirada (subiendo a un 47% entre las mujeres), y otro 19% favorece una reducción del contingente, según el Barómetro del Real Instituto Elcano.
A nivel internacional, crecen a diario las reacciones contra la participación en esa ocupación militar: en Italia, (cada vez que muere un soldado), en el Reino Unido (con manifestaciones masivas), en EE.UU. el mismísimo presidente Obama ya no se atreve a enviar los 40.000 soldados más que le reclama el mando de la OTAN, por las resistencias populares internas que le hacen perder popularidad a gran escala.
Como siempre, la ocupación sólo está teniendo un resultado claro: muerte y más muerte, tanto entre la población afgana como entre las tropas ocupantes.
Ni el país se está reconstruyendo ni las condiciones de vida mejoran. La presencia de las tropas imperialistas en Afganistán sólo supone terror en la vida cotidiana, registro de casas, detenciones arbitrarias, y sobre todo bombardeos de civiles.
La situación de las mujeres bajo el régimen talibán, que tanto escandalizó al mundo, apenas ha variado. Un 60% de las mujeres todavía son obligadas a casarse siendo niñas, a edades tan tempranas como los seis o los nueve años. Casi el último acto del gobierno de Karzai antes de las elecciones fue aprobar una ley que autoriza a los maridos chiítas a privar de alimentación a sus mujeres si no los satisfacen sexualmente al menos una vez cada cuatro días. Lo que refleja que la administración actual de Afganistán no depende de la propia población, sino de las fuerzas de ocupación y de los sectores ultraconservadores que las apoyan, por un precio.
No se ha llevado la democracia a Afganistán. La administración actual de Karzai está acusada de corrupción e incompetencia incluso por las autoridades estadounidenses que la instalaron. Esto no debe sorprendernos, si recordamos que Karzai fue un ejecutivo de una empresa petrolera americana (UNOCAL), y su gobierno incluye señores de la guerra y narcotraficantes. Las últimas elecciones no han mejorado la situación. Han sido tan claramente fraudulentas que el gobierno afgano se plantea volver a convocarlas. Una democracia de verdad no se puede construir bajo la ocupación militar.
Ante la debilidad e ineficacia de la administración afgana y los abusos de la ocupación han permitido que los talibanes se recuperasen del desprestigio que sufrieron en 2001. De hecho, la resistencia ante las tropas invasoras no está formada sólo por los talibanes, sino por buena parte del campesinado que ha perdido familiares bajo las bombas de la OTAN, o ha visto sus campos arrasados en la “guerra contra la droga”. No olvidemos que con la ocupación el opio ha vuelto a ser el principal negocio del país.
La participación en la ocupación de muchos países europeos, bajo mandato de la OTAN, no mejora la situación en absoluto. Este fracaso militar está sirviendo para poner en cuestión, una vez más, la utilidad y eficacia de una Alianza militar para el intervencionismo y las ‘guerras preventivas’ que ha entrado en crisis precisamente a causa de las resistencias populares que provoca en todo el planeta. Los gobiernos europeos tienen ante sí el reto de desmarcarse de esta estrategia imperialista retirando sus contingentes.
Y, en el caso español, la ocupación de Afganistán exige que el Gobierno : a) reconozca la participación española en una guerra tan real e injustificable como injusta; b) abandone la falsa retórica de las misiones de paz o de reconstrucción de un país; c) renuncie a la tentación de ser otro ‘alevín’ del imperialismo norteamericano, desmontando las bases militares españolas en Afganistán y en Asia Central (Manás en Tayiquistán o los actuales intentos en Kirgyzstán); d) acepte que la intervención en Afganistán no es esencialmente diferente de la participación en Iraq, de donde el actual gobierno retiró las tropas; e) promueva un plan de reconstrucción de Afganistán, sobre la base del reconocimiento de la soberanía afgana.
Hoy, cuando la población trabajadora sufre los peores efectos de la crisis, cuando más de 1 millón de familias sin trabajo han perdido toda protección social, dedicar 51 millones de euros diarios a gastos militares es simplemente una inmoralidad que no podemos soportar. La situación actual exige reorientar las prioridades del Gasto Público y dedicar los gastos militares a gastos sociales.
Por todo ello el movimiento anti-guerra del Estado español convoca a la población a movilizarse, igual que lo hizo en 2003, ahora contra la Guerra en Afganistan, participar en las protestas que se organizan el sábado 28 de noviembre en todo el estado y, concretamente, acudir a la manifestación que partirá de Atocha ese día a las 18:00.
POR LA RETIRADA DE LAS TROPAS DE AFGANISTÁN
¡OTAN, NO!
¡NO A LA GUERRA!
Plataforma contra la Guerra de Afganistán – Madrid
[La Plataforma está abierta a colectivos y organizaciones que quieran sumarse. Primeros integrantes: Asamblea contra la guerra, Comité de Solidaridad con la Causa Árabe, Corriente Roja, Cristianos de Base, Cristianos por el Socialismo, Iniciativa Comunista, Izquierda Anticapitalista, Izquierda Unida, Juventud Comunista de España (Marxista-Leninista), Partido Comunista de España, Partido Comunista de España (Marxista-Leninista), Partido Comunista de los Pueblos de España, Partido Humanista, Plataforma de Ciudadanos por la República, Republicanos Zona Sur de Madrid, Socialismo Libertario, Unión de Juventudes Comunistas de España, Unión Proletaria y Vía Democrática]
Para adherirse: plataforma.afganistan@yahoo.es
miércoles, 11 de noviembre de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario