martes, 15 de septiembre de 2009

Afganistán: ahora como siempre, ¡No a la guerra, fuera las fuerzas de ocupación!

El 4 de septiembre, decenas de afganos de la provincia de Kunduz murieron en un ataque aéreo de la OTAN. Gran parte de los asesinados fueron civiles, que recogían combustible gratuito de unos camiones cisterna que los talibanes habían incautado a los ocupantes.

El mismo día, Carme Chacón anunció que se estaba considerando incrementar los efectivos del contingente español en Afganistán. Este anunció siguió a una emboscada sobre una patrulla española en Qal-i-Naw y un conflicto posterior en el que las tropas españolas mataron a 13 afganos. Desde entonces, el Gobierno ha decidido el envío de 220 soldados españoles más.

Es cada vez más evidente que Afganistán vive bajo condiciones de ocupación militar y guerra. La misión en la que se enmarca la presencia de las tropas españolas no es una misión de paz, como indican los portavoces del Gobierno y la Ministra de Defensa. Los mismos motivos que existieron para retirar las tropas de Irak en 2004 se aplican al caso afgano hoy. La ocupación sólo trae más muertos, tanto entre la población afgana como entre las tropas ocupantes.

La participación en la ocupación de muchos países europeos, bajo mandato de la OTAN, no mejora la situación en absoluto. Sólo nos recuerda la necesidad de que el Estado español se retire de esta alianza bélica cuanto antes.

Los abusos de la ocupación han permitido que los talibanes se recuperasen del desprestigio que sufrieron en Afganistán en 2001. Además, gran parte de la resistencia ante las tropas invasoras no está organizada por los talibanes, sino por campesinos que han perdido familiares bajo las bombas de la OTAN, o han visto sus campos arrasados en la “guerra contra la droga”. No olvidemos que con la ocupación el opio ha vuelto a ser el principal negocio del país.

No se está reconstruyendo Afganistán. El país necesita de mucha reconstrucción, pero ésta no vendrá de ejércitos, misiles y tanques, sino de la mano de fuerzas civiles, principalmente del propio país. Ahora, la “reconstrucción” consiste en contratos multimillonarios a empresas extranjeras, a cambio de proyectos de carreteras, escuelas, etc. que muchas veces no se acaban, o no sirven cuando están terminados.

No se ha llevado la democracia a Afganistán. La administración actual de Karzai está acusada de corrupción e incompetencia incluso por las autoridades estadounidenses que la instalaron. Esto no debe sorprendernos, si recordamos que Karzai fue un ejecutivo de una empresa petrolera americana, y su gobierno incluye señores de la guerra y narcotraficantes. Las elecciones de este verano —con muchos indicios de fraude— no mejorarán la situación. Una democracia de verdad no se puede construir bajo la ocupación militar.

No se ha liberado a las mujeres afganas. Un 60% de las mujeres todavía son obligadas a casarse siendo niñas, a edades tan tempranas como los seis o los nueve años. Casi el último acto del gobierno de Karzai antes de las elecciones fue aprobar una ley que autoriza a los maridos chiítas a privar de alimentación a sus mujeres si no los satisfacen sexualmente al menos una vez cada cuatro días. Otra vez, esto refleja el hecho de que la administración actual de Afganistán no depende de la propia población, sino de las fuerzas de ocupación y de los sectores ultraconservadores que las apoyan, por un precio.

Por todo esto, hay que preguntarse por qué el Estado español participa en la ocupación de Afganistán. La verdad es que corresponde al intento de fortalecer el perfil español en el plano internacional. Forma parte de la misma política que la insistencia en participar en las cumbres del G-20 para prometer ayudas multimillonarias a los bancos. Coincide con la actitud cínica de tratar al gobierno ultraderechista del Estado israelí como a un interlocutor válido, a la vez que se boicotea al gobierno elegido por los palestinos. También concuerda con su actitud hacia golpe de estado en Honduras, que condena en palabras mientras en la práctica se colabora con los golpistas. La presencia de las tropas españolas en Afganistán corresponde al pago realizado por Zapatero al Gobierno norteamericano por la retirada de las tropas de Irak en 2004.

La crisis actual en Afganistán obliga al movimiento anti guerra en el Estado español a volver a movilizarse por la retirada de las tropas, sin olvidar los demás problemas de un mundo afligido por la crisis económica y ecológica. Ambas crisis tienen una relación íntima con la guerra en Oriente Medio.

Los enormes gastos militares nunca son justificables. Estos recursos son necesarios para fines sociales, como el apoyo a las personas sin trabajo y a sus familias.

Y todo el mundo sabe que estas guerras y ocupaciones son fruto de una economía basada en el petróleo, a su vez causa principal del cambio climático.

Por lo tanto, en las próximas movilizaciones, el movimiento antiguerra debe buscar la máxima colaboración con los sindicatos y con otros movimientos sociales que luchan contra los efectos de la crisis económica; así como con los movimientos contra el cambio climático, que tienen una cita importante este diciembre con las protestas ante la cumbre climática de Copenhague.

Ahora como siempre, ¡no a la guerra, fuera las fuerzas de ocupación! ¡Regreso inmediato de las tropas españolas!
¡No a las guerras por el petróleo, no a la destrucción del planeta!
Reconvirtamos la industria armamentística a la producción de energías renovables.
¡Dinero para servicios sociales y la gente en paro, no para la guerra y los bancos!
Por la paz, el trabajo y un mundo sostenible.

Plataforma Aturem la Guerra y Foro Social de Sevilla, septiembre de 2009.

Afganistan: ara com sempre, No a la guerra, fora les forces d’ocupació!

El 4 de setembre, desenes d’afganesos de la província de Qunduz van morir en un atac aeri de l’OTAN. Una bona part dels assassinats eren civils, que recollien combustible de franc d’uns camions cisterna que els talibans havien requisat a les forces d’ocupació.

Aquell mateix dia Carme Chacón va anunciar que s’estava considerant l’incrementar els efectius del contingent espanyol a l’Afganistan. Aquest anunci va venir després que una patrulla espanyola caigué en un parany a Qal-i-Naw i posteriorment les tropes espanyoles van matar tretze afganesos en una escaramussa. D’aquell moment ençà, el Govern de Madrid ha decidit l’enviament de 220 soldats espanyols més.

Cada cop és més evident que l’Afganistan viu sota condicions d’ocupació militar i de guerra. La missió en què s’emmarca la presència de les tropes espanyoles no és una missió de pau, com indiquen els portaveus del govern i la ministra de Defensa. Els mateixos motius que hi havia per retirar les tropes de l’Iraq l’any 2004 s’apliquen avui al cas afganès. L’ocupació només porta morts, tant entre la població afganesa com entre les tropes ocupants.

La participació en l’ocupació per part de molts països europeus, sota comandament de l’OTAN, no millora en absolut la situació. Només ens recorda la necessitat que l’Estat espanyol es retiri d’aquesta aliança bèl·lica el més aviat possible.

Els abusos de l’ocupació han permès als talibans recuperar-se del desprestigi que van patir a l’Afganistan l’any 2001. A més, una gran part de la resistència davant de les tropes invasores no està organitzada pels talibans, sinó per pagesos que han perdut familiars sota les bombes de l’OTAN o han vist els seus camps arrasats per la “guerra contra la droga”. No oblidem que, amb l’ocupació, l’opi ha tornat a ser el principal negoci del país.

No s’està reconstruint l’Afganistan. El país necessita molta reconstrucció, però aquesta no vindrà d’exèrcits, míssils i tancs, sinó de la mà de forces civils, principalment del propi país. Actualment, la reconstrucció consisteix en contractes milionaris a empreses estrangeres, a canvi de projectes de carreteres, escoles, etc. que molts cops no s’acaben o que quan estan acabats, no serveixen.

No s’ha dut la democràcia a l’Afganistan. L’administració actual de Karzai està acusada de corrupció i incompetència, fins i tot, per les autoritats nord-americanes que la van instal·lar. Això no ens ha de sorprendre si recordem que Karzai fou un executiu d’una empresa petroliera americana i el seu govern inclou senyors de la guerra i narcotraficants. Les eleccions d’aquest estiu —amb molts indicis de frau— no milloraran pas la situació. Una democràcia de veritat no es pot construir sota l’ocupació militar.

No s’ha alliberat les dones afganeses. Un 60% de les dones encara es veuen obligades a casar-se de petites, a unes edats entre sis i nou anys. Gairebé l’últim acte del govern de Karzai abans de les eleccions va ser aprovar una llei que autoritza els marits xiïtes a privar d’alimentació les seves dones si no els satisfan sexualment com a mínim un cop cada quatre dies. De nou, això reflecteix el fet que l’administració actual de l’Afganistan no depèn de la pròpia població, sinó de les forces d’ocupació i de les forces ultraconservadores que, per un cert preu, les secunden.

Per tot això, cal preguntar-se per què l’Estat espanyol participa a l’ocupació de l’Afganistan. La veritat és que correspon a la voluntat d’enfortir el seu perfil al pla internacional. Forma part de la mateixa política que l’obsessió per participar a les cimeres del G-20 per tal de prometre ajudes multimilionàries als bancs. Coincideix amb l’actitud cínica de tractar el govern ultradretà de l’Estat israelià com un interlocutor vàlid, alhora que es boicoteja el govern elegit pels palestins. També concorda amb la seva actitud davant del cop d’estat a Hondures, al qual condemna amb paraules mentre que, a la pràctica s’està col·laborant amb els colpistes. La presència de tropes espanyoles a l’Afganistan correspon al pagament abonat per Zapatero al govern nord-americà per la retirada de les tropes de l’Iraq l’any 2004.

La crisi actual a l’Afganistan obliga el moviment antiguerra de l’Estat espanyol a mobilitzar-se de nou per la retirada de les tropes, sense oblidar la resta de problemes d’un món afligit per la crisi econòmica i ecològica. Totes dues crisis tenen una íntima relació amb la guerra a l’Orient Mitjà.

Les enormes despeses militars mai no són justificables. Calen aquests recursos per a finalitats socials, com ara el suport a les persones sense treball i a les seves famílies.

I tothom sap que aquestes guerres i ocupacions són fruit d’una economia basada en el petroli que és, tanmateix, la causa principal del canvi climàtic.

Per tant, a les properes mobilitzacions, el moviment antiguerra ha de cercar la màxima col·laboració amb els sindicats i altres moviments socials que lluiten contra els efectes de la crisi econòmica; i també amb els moviments contra el canvi climàtic, que tenen una cita important aquest desembre amb les protestes enfront de la cimera climàtica de Copenhaguen.

Ara com sempre, no a la guerra, fora les forces d’ocupació! Tornada immediata de les tropes espanyoles!
No a les guerres pel petroli, no a la destrucció del planeta!
Reconvertim la indústria armamentística en producció d’energies renovables.
Diners per als serveis socials i la gent a l’atur, no per a la guerra i els bancs!
Per la pau, el treball i un món sostenible.

Plataforma Aturem la Guerra i Foro Social de Sevilla, setembre de 2009